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Rainbow Warrior - a 20 años del atentado

Publie le Domingo 10 de julio de 2005 par Open-Publishing

http://www.greenpeace.org/mexico/

 Video clip de Michael Franti y Spearhead’s "Bomb the World" con las imágenes del bombardeo del Rainbow Warrior. Real Player

El movimiento que iniciaron creció rápidamente. En 1977 Greenpeace estableció su primer oficina europea, en Londres, y fue ahí, en un local prestado y con goteras, donde nació el sueño de adquirir un barco con el cual fuera posible proteger a las ballenas en el Atlántico Norte. Después de ocho meses, los activistas consiguieron las donaciones necesarias y encontraron un pequeño barco pesquero construido en 1955 en el Reino Unido. La compra se realizó y de inmediato docenas de voluntarios ayudaron a reparar el barco y adaptarlo para su nueva función: salvar ballenas, cruzar los mares para detener atentados ambientales y llevar mensajes de paz.

Decidieron nombrar al barco "Rainbow Warrior" (Guerrero del Arcoiris), inspirados en una profecía de la tribu norteamericana Cree que dice:

"Llegará un tiempo en el que la Tierra enferme
y cuando así pase, los indígenas recobrarán su espíritu
y reunirán a personas de todas las naciones, colores y creencias,
ellos creerán en los actos y no en las palabras.
Ellos trabajarán para sanar la Tierra...
ellos serán conocidos como los "Guerreros del Arcoiris".

En la embarcación pintaron un arcoiris que llegaba hasta la proa junto con una gran paloma que llevaba una rama de olivo, como símbolo de la misión del barco. Así, el 29 de abril de 1978 el Rainbow Warrior zarpó de Londres, con una tripulación de 24 personas provenientes de 10 países, representando la preocupación global ante la dramática situación en que se encontraban las ballenas.

Acción directa, radical, pacífica e incorruptible

En los siete años siguientes, el barco participó intensamente en varias campañas. Interceptó un buque británico que intentaba verter 5,000 barriles de desechos radiactivos en alta mar y evitó la masacre de miles de focas grises por parte de cazadores noruegos en las islas Orkney, en Escocia.

Ante la cacería de ballenas en aguas de Islandia, los activistas colocaron sus lanchas rápidas entre los cañones harponeros y las ballenas. Aunque cinco harpones rozaron sus cabezas, no desistieron hasta conseguir que los balleneros se alejaran. Por esta actividad la tripulación fue arrestada.

La campaña contra esta masacre continuó y en 1980 la armada española confiscó el Rainbow Warrior y lo envió al puerto militar de El Ferrol, donde le removió partes del sistema de propulsión a fin de paralizarlo. Ahí permaneció por cinco meses, hasta que los activistas lograron introducir piezas de reemplazo y el barco escapó por una noche, para arribar a Guernsey, en las Islas Channel.

Al siguiente año, el Rainbow Warrior viajó a la costa este de Canadá para evitar la cacería de focas; los activistas fueron arrestados por pintar con tintes naturales la piel de las focas bebé y hacerlas comercialmente inútiles. En 1982, una vez más los tripulantes fueron detenidos por salvar la vida de cientos de focas recién nacidas. Ese año ocurrió algo determinante para esta campaña: la Comisión Económica Europea decidió prohibir la importación de pieles de focas bebé. Eso dio un triunfo a los activistas.

Acciones que dieron esperanza al planeta

El Rainbow Warrior se trasladó a Perú para hacer campaña contra la cacería de ballenas. Seis meses después, Perú acordó detener la cacería.

En 1984, el Warrior llegó al Golfo de México para protestar contra la incineración de químicos tóxicos en el océano. Poco después, la Agencia de Protección Ambiental de EUA revocó el permiso para incinerar esas sustancias en el Golfo.

En 1985, el Rainbow Warrior comenzó una expedición antinuclear hacia el Pacífico. Su primera parada fue en Hawaii, de donde zarpó hacia las Islas Marshall cargado de herramientas, medicinas y libros.

Los habitantes de las Marshall sufrían los efectos de los ensayos nucleares que Estados Unidos habían llevado a cabo en los años de 1950. Los 320 residentes del Atolón de Rongelap, afectados por cáncer, leucemia, defectos de nacimiento y abortos, recibieron ayuda del Rainbow Warrior para trasladarse a la Isla Mejato y comenzar ahí una nueva vida en tierras sin contaminar. En Kiribati y Vanutu, Greenpeace y los isleños acordaron unir esfuerzos para evitar que la Convención de Vertidos de Londres permitiera que se reanudara el vertido de desechos radiactivos en el mar.

Con sus acciones, el Rainbow Warrior había hecho amigos en muchas partes, pero también se había hecho de poderosos enemigos.

Intentaron hundir el arcoiris

Sin imaginar que sería su última escala, el Warrior llega a Auckland, Nueva Zelanda, para apoyar las políticas de una nación libre de energía nuclear. La noche del 10 de julio, cuando se prepara para encabezar una flotilla con barcos y botes de Nueva Zelanda que viajará a Muroroa para protestar pacíficamente contra los ensayos nucleares que realiza Francia, agentes franceses colocan dos cargas explosivas en el casco del barco. Justo a las 11.28 pm explota la primera bomba. La explosión abre un agujero. El agua comienza a entrar en el cuarto de máquinas. Las luces a bordo se apagan. Durante los siguientes minutos todo es confusión. Cuando la segunda bomba explota, Fernando Pereira, fotógrafo de Greenpeace, aún está en su camarote empacando sus cámaras. Martin, el primer oficial, fue el último en verlo con vida. Tras la segunda explosión, el barco comenzó a hundirse.

El mundo se estremeció al comprobarse que el gobierno francés era el autor del ataque. Era un acto de terrorismo de Estado contra una organización que basa sus actividades en la no violencia. Las Naciones Unidas ordenaron a Francia pagar una compensación de 13 millones dólares y dar una disculpa. El escándalo siguió por más de dos años, mientras prevalecía la duda de qué hacer con el Rainbow Warrior. Finalmente, el 2 de diciembre de 1987, el barco fue remolcado a la bahía Matauri para ser hundido durante una ceremonia maorí. En el fondo del mar se ha convertido en un arrecife artificial, donde sigue albergando vida y esperanza para ese ecosistema que tanto luchó por proteger.

Hoy Greenpeace tiene tres barcos -uno de los cuales se llama Rainbow Warrior-, los cuales mantienen la trayectoria que marcó el Warrior original.