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Bush asesinó a mi hijo

Publie le Miércoles 17 de agosto de 2005 par Open-Publishing

Por Reinaldo Spitaletta

Una californiana se propuso no sólo alterarle las vacaciones al presidente de los Estados Unidos, sino a que el mundo le escuche su protesta contra la guerra de Irak, o, de otro modo, contra la ocupación ilegal que Bush emprendió hace más de dos años y que, hasta ahora, ha causado miles de muertos, entre ellos ancianos, niños y mujeres iraquíes.

Cindy Sheehan es la madre de un soldado estadounidense muerto durante una acción de la resistencia en Bagdad. Ella asegura que su hijo murió por una mentira y su asesino fue George W. Bush.

Tiene razón la señora, a quien la invasión estadounidense a Irak le quitó un hijo y le dañó su matrimonio. Basada en mentiras como aquellas que decían que Bagdad tenía armas de destrucción masiva, la ocupación gringa a un país soberano ha puesto ahora a pensar al pueblo norteamericano en lo destructiva que ha sido la invasión no sólo para los invadidos sino para los invasores.

Si bien en un principio, dado el poder mediático y todas las mentiras propaladas por Bush para “justificar” la invasión, éste logró engañar a la mayoría de sus compatriotas, pero hoy la torta se voltea y más del sesenta por ciento de la población está en contra de la ocupación. Y una de las voces más claras es la de la mamá de uno de los soldados dados de baja en Irak.

La señora Sheehan se ha convertido en un símbolo del movimiento antibélico, que hace recordar al originado por la guerra de Vietnam. Instalada en las afueras del rancho vacacional de Bush, en Texas, la madre del soldado muerto desafía al presidente y le advierte que si cree que la ocupación de Irak es una causa justa por qué no envía a sus dos hijas gemelas a reemplazar a algunos de los muchos soldados que ya llevan su tercera ronda en Bagdad.

El pueblo estadounidense, uno de los más desinformados respecto a la política externa de su país, pese a habitar en una nación mediatizada hasta los tuétanos, cayó en la trampa urdida por Bush y sus halcones y reeligió al verdugo de Irak y Afganistán. La misma señora Sheehan se pregunta hoy: “¿Y qué amenaza representaba Irak para los Estados Unidos?”.

En realidad, ninguna amenaza representaba Irak, cuyo dictador, un viejo aliado de los Estados Unidos, carecía de armas de destrucción masiva, el pueblo iraquí estaba bajo un régimen de terror, y, además, bajo un estado de sitio propiciado por el embargo de Estados Unidos, que más que con sus bombas ya había causado numerosos muertos entre la población civil a punta de hambre y otros desastres.

Pero eso sí, los Estados Unidos no podían desaprovechar esa oportunidad de su “cruzada contra el terrorismo” para intentar apoderarse del petróleo iraquí, y de paso convertir ese país en un infierno peor que el que tenía con Hussein. No sólo ha matado civiles, en lo cual han sido expertos desde las bombas de Hiroshima y Nagasaki, pasando por Vietnam, sino destruido un patrimonio cultural de la humanidad.

Bajo las engañifas de llevar “democracia y libertad”, con el propósito también de establecer lucrativos negocios para las transnacionales, los Estados Unidos se han topado en Irak con una heroica resistencia, que ha pulverizado las ya viejas y arrogantes declaraciones de Donald Rumsfeld cuando pronosticó que la guerra en Irak podría durar “seis días, seis semanas, pero nunca seis meses”.

El pueblo iraquí le hizo tragar esas palabras y continúa su resistencia contra la potencia imperialista que horadó su suelo. Además, su repulsa ha causado que el pueblo estadounidense considere hoy que la invasión fue un error del gobierno Bush y acreciente su sentimiento de oposición a la guerra.

Y en ese movimiento opositor aparece la señora que acampa en Texas, que reclama que las tropas ocupantes retornen a su país. “Me separé de mi marido por la guerra. Ambos somos demócratas y los dos estamos de acuerdo con que las tropas deben regresar a casa”, le dijo al diario argentino Clarín.

La adolorida madre desea que Bush la reciba para ella decirle que los soldados norteamericanos no han muerto por una causa “noble”, como lo pregona el presidente, sino a causa de una invasión ilegal, que, según el 65 por ciento del pueblo de los Estados Unidos, los ha dejado más expuestos al terrorismo.

Por supuesto, Bush no la ha recibido y la señora Sheehan dice que si es del caso se irá hasta Washington para acampar en las afueras de la Casa Blanca y continuar con su protesta. “No quiero que Bush siga utilizando la muerte de mi hijo para justificar la permanencia de las tropas allí”, dijo.

Así que, como en los tiempos de la guerra de Vietnam, en la que los Estados Unidos salieron derrotados, muchos creen que sucederá lo mismo en Irak. Para la obstinada madre, Bush es el asesino de su hijo, como para la mayoría sensata en el mundo ha sido el masacrador del pueblo de Irak y el mayor terrorista internacional.