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Del panamericanismo de la Doctrina Monroe al Panamericanismo de Hugo Chávez
Publie le Miércoles 10 de mayo de 2006 par Open-PublishingDel panamericanismo de la Doctrina Monroe al Panamericanismo de Hugo Chávez
José Justo Calderón Dongo*
MARCA
Hace 500 años los europeos comenzaron a conquistar el continente americano. Corriendo suertes distintas las diferentes zonas de nuestra América, el norte fue conquistado por los Anglosajones, el sur por los Ibéricos. Esto nos distanció lingüística y culturalmente. La independencia de las Trece Colonias norteamericanas en 1776, determinó el alejamiento decisivo tanto económico como político de esta región. Para cuando las flamantes naciones latinoamericanas concluyeron con su proceso de emancipación del yugo colonial europeo, en 1826, ya las colonias eran estados y no eran solo trece, contando además con una experiencia de 50 años de ventaja autónoma sobre las novatas. Así Norteamérica espetó el proceso mismo de independencia latinoamericana con una declaración de principios de su política exterior con respecto a todo el continente, que podría ser sintetizado en la frase “América para los americanos”, una formulación que ha pasado a denominarse la “Doctrina Monroe” expuesta en 1823; que a lo largo de los dos siglos transcurridos ha devenido en mayores radicalizaciones.
Con esta orientación nació la Oficina Internacional de las Repúblicas Americanas en 1890, que luego del Congreso de Buenos Aires en 1910, se convirtió en la Unión Panamericana. Que sobrevino en la Organización de Estados Americanos, OEA, luego de concluida la Segunda Guerra Mundial, en 1948.
América para los americanos, pasó a convertirse en los últimos 50 años en “América para los norteamericanos”. Los ejemplos palmarios de las intervenciones en Guatemala en 1954; el famoso desembarco en la bahía de Cochinos en 1961, en Cuba; la injerencia y contribución al derrocamiento de Salvador Allende en Chile en 1973; en Granada en 1983; en El Salvador y Nicaragua en la misma década de 1980; en 1989 el ejército norteamericano invadió Panamá y detuvo a Manuel Antonio Noriega acusado de narcotráfico. Hasta el dos veces expatriado y derrocado presidente de Haití Jean-Bertrand Aristide en 1994 y en 2005. Son ejemplos evidentes de la puesta en vigencia absoluta de esta Doctrina “panamericanista” Monroe.
Este panamericanismo, entonces quedó estigmatizado con estas acciones como “América solo para los norteamericanos”.
Huelga anotar además que la OEA expulsó a Cuba cuando ésta nación admitió su naturaleza de estado socialista. País que además propugnaba una nueva perspectiva panamericanista, de hermanamiento entre los pueblos y de lucha frontal contra el imperialismo norteamericano.
Con el paso del tiempo, y no es deducción parcial, es acuerdo consensual, Norteamérica se ha erigido como la nación más poderosa del continente y del mundo. Una nación que impone comportamientos a países, observa conductas democráticas o antidemocráticas, castiga e invade, presiona y hace la guerra. Todo esto por el bien de la humanidad, de la democracia, y de sus bolsillos repletos de oro y hambre de más poder.
Norteamérica en la segunda guerra mundial consolidó su poderío y como ya lo había demostrado en el proceso emancipatorio de Latinoamérica -un siglo antes - se adelantó al desenlace final, convocando a una Conferencia Monetaria y Financiera en 1944 (más conocida como la Conferencia de Bretton Woods), concurriendo al acontecimiento mas de 40 naciones, cuyo objetivo era sentar las bases de un Nuevo Orden Económico Internacional que pudiera suceder al de entonces luego de concluida la Segunda Guerra Mundial. De allí surgieron sus guadañas financieras el Fondo Monetario Internacional (FMI), y el Banco Mundial (BM). Luego nació el GATT, inmediatamente después la OMC. Instrumentos ad hoc del imperio para segar, resquebrajar y explotar a los pueblos del mundo, fundamentalmente a los del continente.
Sus engendros contemporáneos pan-americanistas son los famosos Tratados del Libre Comercio bilaterales, que vienen imponiendo en la región. Un modo sutil de intervención, control y explotación, para el que se han prestado a ponerse de hinojos, y firmar los lesivos tratados, los toledos y ferreros, a este circo de sirvientes y obsecuentes han convergido medios de incomunicación, escribidores y panzudos patrones.
El yanacuna Toledo aplaude la firma del TLC, cual una foca entrenada para hacerlo, y subyace sus neuronas al panamericanismo de los más fuertes que cargan sobre su conciencia con asesinatos, intervenciones cruentas, y demenciales violencias contra los indefensos países latinoamericanos.
El panamericanismo de Chávez
“No es solo de los venezolanos”, dicen los colombianos. “No es solo de Chávez” dicen los cubanos, los panameños, y muchos latinoamericanos. No es solo de Chávez, es de todos los sudamericanos. La Doctrina Bolivariana, esta sustentada en la Patria Grande defendida por Simón Bolívar. El panamericanismo bolivariano expresa unidad en igualdad de condiciones, expresa lo manifestado por Benito Juárez “El respeto al derecho ajeno es la paz”, expresa tratados de comercio, pero basados y sostenidos en respetos mutuos y en no atentar contra la economía, la política o la cultura de los pueblos. Este panamericanismo requiere un no rotundo al TLC. Requiere una defensa de un nuevo estilo de panamericanismo. Requiere de aportes y apoyo. Pero también precisa de autoridad y firmeza. Nos estamos enfrentando a un panamericanismo que tiene doscientos años y que es sanguinario y cruel.
Por eso el retiro de Venezuela de la Comunidad Andina de Naciones, pues la firma del TLC del yanacuna Toledo está en franco conflicto de intereses con el otro panamericanismo que suscribía la CAN. Toledo petardeó este otro panamericanismo, asesinó a la CAN.
Mataron a la criatura antes que pudiera alcanzar edad suficiente para poder respirar por sí misma. Toledo, el imperio, y sus otros sirvientes lo han hecho.
Haya de la Torre proclamaba también otro panamericanismo fuera del tutelaje y la política de gendarme oficial de USA. Pero todos sabemos que Alan García Pérez no. Él sin lugar a dudas aceptará todas las imposiciones del imperio. Trayendo más hambre y miseria a nuestros expoliados pueblos. Cuando Venezuela anunció su salida de la CAN, el ezquizofrénico Alan tildó de loco a Chávez, a sabiendas de lo que ocurría, pero sus ladridos y alaridos eran para obtener la gracia del imperio y sus lacayos.
Por eso y con toda la razón, dijo lo que dijo Hugo Chávez, no es el engorilamiento del militar lo que se lee entre líneas de sus palabras, es muy por el contrario, la reacción natural de llamar las cosas por su nombre; aunque valgan verdades, Alan no es un ladrón de cuatro esquinas, es más bien un protervo criminal consumado.
Aquí las logias y las cofradías salieron ofendidas a defender la “soberanía”. Contradicción más espantosa no se pudo presentar. El verdadero atentado contra la soberanía nacional lo constituyó la firma del TLC, que pone de rodillas nuestra economía y producción, incluso nuestra cultura, y evidentemente nuestra política; conseciona nuestro territorio y nuestra alegría, vende nuestras tripas para que los ricos de USA alimenten a sus perros; cercena nuestra selva llevándose todo el oxígeno y el agua. Ese el es famoso TLC, un atentado contra nuestra vida.
La soberanía es la lucha de los que ahora y siempre estamos identificados con el panamericanismo no Monroe, pero esto es sin lugar a dudas una lucha que tenemos que emprender desde ahora, negarlo es negar la historia, defenderla es sembrar la semilla de un mundo distinto, que históricamente hemos querido forjar. Esa es nuestra tarea. Hagámosla ahora.
*Investigador de la Multiversidad MARCA.