Portada del sitio > Internet en Cuba: Un modelo alternativo
La Habana, 11 may (Prensa Latina) Las vías alternativas a corrientes de desarrollo más o menos universales no necesariamente lastran el progreso, sino que muchas veces constituyen la forma idónea de lograr avances con recursos limitados.
Justamente ese es el caso de Cuba en relación con el acceso a Internet, así como en la extensión de ese servicio en el interior del país.
La introducción de nuevas tecnologías informáticas en la isla —carente de abundantes recursos económicos-, se torna una tarea bien compleja a causa del pesado lastre que implica el bloqueo económico comercial y financiero que desde hace más de cuatro décadas imponen los Estados Unidos.
Esa guerra comercial ha motivado que, en el sector de las nuevas tecnologías de la información -entre las cuales resalta el acceso a Internet-, Cuba haya optado por un modelo alternativo de desarrollo que privilegia el uso social, justo donde beneficie a más personas, por encima del acceso individualizado a la red de redes.
Así, los sectores de la salud, ciencia, educación, cultura y economía han sido destinatarios priorizados de los limitados recursos con que cuenta el país, en concordancia con la política para la Informatización de la Sociedad trazada por el Estado cubano.
Según esa directriz, la isla potencia "el uso masivo de las Nuevas Tecnologías de la Información y las Comunicaciones a favor del desarrollo de la economía nacional, la sociedad y el servicio al ciudadano".
Pero no es una tarea fácil.
Como ha explicado el ingeniero Roberto del Puerto, director de la Oficina de Informatización del Ministerio de la Informática y las Comunicaciones (MIC), Cuba sólo logró hacer su primera conexión a Internet en el año 1994, y ello a través de un tercer país.
No fue hasta 1996 en que se alcanzó el pleno acceso a la navegación a Internet, recuerda del Puerto, lo cual, además, ocurrió únicamente después de que Estados Unidos lo consideró conveniente como un medio para subvertir la Revolución -a la luz del Carril II de la Ley Torricelli-.
De esa forma, Cuba se conectó tarde a Internet.
Como consecuencia, a partir de ese momento se comenzó a asimilar la utilización de la red, a desarrollar los servicios y los contenidos que en Internet se soportan.
Pero tener una conexión no lo es todo. El tipo de acceso es también muy importante.
A causa de las limitaciones impuestas desde Washington, el enlace cubano se realiza solamente a través de satélite.
Esta modalidad, explica del Puerto, resulta costosa y con menor calidad que si nos conectásemos a través de los cables de fibra óptica internacionales que rodean literalmente a Cuba, sin llegar a sus costas.
El acceso a ese modo de comunicación permitiría una mayor velocidad de conexión a menor costo y, por supuesto, una mayor calidad del servicio.
Por otra parte, incluso estando conectados, desde Norteamérica se añaden nuevas dificultades.
Por ejemplo, si se intenta conectar a varios sitios de compañías foráneas de telecomunicaciones, los servidores advierten que en virtud de "las leyes de Control de Exportación de los Estados Unidos (...) ningún programa de este sitio puede bajarse o exportarse a un nacional o residente en Cuba".
Aun así, la isla ha logrado tener, según ha explicado José Antonio Fernández Martínez, presidente ejecutivo de la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba (ETECSA), todas las cabeceras municipales y los centros universitarios con acceso a Internet.
Para garantizar esos servicios y ampliarlos, se han instalado hasta el momento miles de kilómetros de fibra óptica desde que nacionalmente se inició esta inversión en el año 2000.
Esas capacidades mejoradas permiten aumentar la calidad de las actuales redes informáticas sociales que se priorizan. Entre ellas, la red de los Joven Club, la red de la educación, la del Polo Científico, la red Infomed, del Ministerio de Salud cubano, y otras.
Sin dudas, esa experiencia debería mover a la reevaluación de extendidos criterios en cuanto al acceso y utilización de Internet en un país.
Evidentemente, parámetros simples como la cantidad de computadoras por cada mil habitantes, pueden ser engañosos.
Manuel Vázquez
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