Portada del sitio > La ( olvidada) revuelta de París

La ( olvidada) revuelta de París

Publie le Lunes 20 de febrero de 2006 par Open-Publishing

La ( olvidada) revuelta de París

Los desórdenes en los suburbios de la capital francesa quedaron atrás, pero las inequidades continúan y sigue latente la amenaza de nuevos estallidos sociales en el corazón del primer mundo.

Por Mª Cristina Pi Arias - Norton Contreras Robledo

El 27 de octubre de 2005 comenzaron los disturbios en los suburbios de Paris. Han pasado unos meses y en los medios de comunicación ya no se habla de ello, no ocupa las primeras páginas de los periódicos, no son noticia en ningún canal de televisión. Se podría pensar que las causas que originaron estos hechos ya no existen. Así funciona esta sociedad globalizada. Los acontecimientos más relevantes y que tienen gran repercusión en la sociedad, a los pocos días son casi olvidados dando la impresión de que ya todo pasó, todo vuelve a la normalidad. Pero la realidad es diferente, tras las sutiles cortinas de la vida diaria las cosas continúan como estaban, la situación es la misma, las condiciones de vida de la gente sigue igual. Las causas que originaron los disturbios están ahí latentes y son un verdadero polvorín con una mecha muy corta que puede estallar nuevamente en cualquier momento y en cualquier país, en donde millones de seres humanos viven en condiciones denigrantes para su condición de personas.

Connotación Internacional De La Revuelta de Paris.

Los disturbios y revuelta en París y en otras grandes ciudades francesas, tienen una repercusión en el ámbito nacional e internacional. Son una alerta para Europa y para todos los países porque las condiciones objetivas y subjetivas que las originaron están presentes en mayor o menor medida en nación "desarollada"..
Las condiciones objetivas están determinadas fundamentalmente por una política neoliberal de libre mercado que ha socavado la estructura del estado y por ende los pilares en los que se sustenta “la sociedad de bienestar social”. Las políticas social y económica que se han llevado a cabo en estos países han ido encaminadas a favorecer los intereses del capital y han ido en detrimento de las grandes mayorías. Es en este contexto en que los problemas de segregación, marginación y discriminación de que son objeto los ciudadanos de origen extranjero, (incluso de los de segunda y tercera generación) es donde se enmarcan las contradicciones de una sociedad dividida en clases antagónicas, con una clara segmentación entre ricos y pobres.
Las carencias que afectan a vastos sectores de la población de estos países, como la falta de trabajo, de acceso a la cultura, a la educación y a la salud, son comunes para todos los ciudadanos independientemente de si son o no originarios del país, pero para los inmigrantes, y descendientes de inmigrantes, estas carencias se ven aumentadas por la segregación y el racismo de que son víctimas.
La lucha de clases organizada y consciente podría ser la solución a estos problemas. A través de la lucha política se conseguiría cambiar el sistema que condena a millones de seres a vivir en condiciones de marginalidad, segregación y pobreza, y permitiría crear un sistema más justo, más democrático, igualitario y solidario.
Es en este sentido en que la izquierda tiene el desafío de tener una presencia más real y activa para organizar a quienes llevados por la impotencia, rabia y frustración acumulada durante años, se rebelan en contra de un sistema que los humilla y oprime. Debe proporcionar a estos sentimientos una causa organizada y consciente, para que se manifiesten a través de la lucha de clases, en sus formas, política, económica e ideológica.

Sin Un Cambio En La Conciencia Social, No Es Posible Una integración Real.

En la mayoría de los casos la gente se ve obligada a abandonar el propio país por razones económicas, políticas, religiosas, o porque huyen de conflictos bélicos.
Instalarse en el nuevo lugar no siempre es fácil. Cuando llegan a su destino tienen que enfrentarse a un sinfín de dificultades: el idioma, las costumbres, la cultura, la religión, la aceptación por parte de los habitantes originarios. Muchas veces se concentran en zonas, aparecen los barrios marginales donde están concentrados los problemas socioeconómicos. Todos estos aspectos que implican un choque cultural no han sido resuelto y las políticas aplicadas muchas veces confunde la integración con la asimilación lo que se expresa en una falta de respeto entre las culturas.
Los insuficientes esfuerzos que los gobiernos de turno realizan parar desarrollar una política que conlleve a la integración en la sociedad de los inmigrantes esta condenada al fracaso mientras la gente no cambie su conciencia social. En algunos países la selección de personal para cubrir puestos de trabajo se realiza no basándose en sus méritos si no a su apellido. En la mayoría de los casos se trata de ciudadanos originarios del lugar. En Suecia al igual que en muchos otros países, profesionales y académicos, trabajan como chóferes de autobuses o taxistas. La discriminación no sólo se da en el ámbito laboral, también se dan casos a la hora de alquilar una vivienda. Estos ejemplos son comunes en mayor o menor medida en todos los países europeos.
En la conciencia social de la gente hay valores y prejuicios en contra de las personas por razones religiosas, culturales o raciales. De poco sirven las intenciones y los planes de integración cuando no hay una voluntad y una actitud de integrar en forma plena a los inmigrantes e incluso a los ciudadanos que habiendo nacido en esos países tengan en su historia personal un pasado de primera o segunda generación de inmigrantes. La frustración, la desilusión, la crisis de identidad alimentan el alma de
lo que son rechazados, marginados y víctimas de la segregación y el racismo. Los disturbios en Francia, y que en menor escala se propagaron a otros países son frutos de la ira acumulada año tras año, generación tras generación.

Maria Cristina Pi Arias, Psicóloga- Educadora Social.
Norton Contreras Robledo, Comunicador Social.
Robledo2006@hotmail.com