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Pastoral Social-Caritas Panamá rechaza el TLC que Estados Unidos le impone a Panamá
Publie le Miércoles 18 de enero de 2006 par Open-Publishing2 comentarios
LaCarta No. 109 / Año 11.
Publicación mensual de la Oficina Nacional de Pastoral Social-Cáritas Panamá
Panamá, 13 de enero de 2006
“Todo tiene su momento,...
un tiempo para callarse y otro para hablar.”
Eclesiastés 3, 7.
Queridas hermanas y queridos hermanos:
Cuando iniciaba la primera ronda de negociaciones del TLC con Estados Unidos, muchos argumentos, muchas voces insistieron: “es peligroso arriesgarnos en un juego con cartas debajo de la mesa”. La crisis desatada en el proceso de “negociación” del Tratado de Libre Comercio (TLC) que los Estados Unidos (EU) quiere imponer a Panamá, revela, de cuerpo entero, la injusticia económica, social y política con que la primera prepotencia mundial está acostumbrada a maltratar a los países que considera clientes suyos. De paso, revela también, la vocación de colonia que impera en los sectores de las clases dominantes en la mayoría de los países del continente.
¿Qué fue lo que provocó la renuncia del Ministro de Desarrollo Agropecuario (MIDA) y del Director de Cuarentena Agropecuaria? El mismo Laurentino Cortizo, explicó que se trata de “su desacuerdo con la petición de los Estados Unidos” dentro del proceso de negociación del TLC con Panamá. Por su trascendencia, presente y futura, reproducimos, tal cual, el extracto de la carta que contiene las exigencias de los EU, publicada en el diario La Prensa, edición del 11 de enero del 2006:
“Lo que quieren los gringos”.
El Gobierno de Panamá reconoce el sistema de inspección para carne y aves de corral de EU como equivalente al de Panamá y no requerirá del Mida ni del Ministerio de Salud para la aprobación de establecimientos y plantas procesadoras. Panamá aceptará cualquier envío de carne o de aves de corral acompañado de un certificado sanitario de exportación del Servicio de Inspección de Seguridad Alimenticia (Fsis) de la Secretaría de Agricultura de EU, y no requerirá de ninguna otra certificación.
Panamá aceptará el certificado sanitario de exportación del Fsis o cualquier otro certificado de exportación otorgado por autoridades del Gobierno de EU en lugar del registro del producto, y no requerirá ningún otro método para registrar un producto. En vista de las medidas tomadas por EU con respecto a la Encefalitis Espongiforme Bovina (mal de las vacas locas) que cumplan o excedan las recomendaciones internacionales, Panamá permitirá la importación de carne bovina y productos de EU acompañado del certificado sanitario de exportación del Fsis y no exigirá ninguna otra adicional.
En vista de la información suministrada por las autoridades de EU en relación a la Influenza Aviar y a la enfermedad Exótica de Newcastle, Panamá permitirá la importación de carne de pollo y productos de pollo y pavo acompañado de un certificado sanitario de exportación del Fsis y no exigirá ninguna certificación adicional. Panamá reconoce el sistema reglamentario de EU para todos los productos alimenticios, incluyendo aquellos clasificados en los capítulos 4,15 y del 17 al 22 del Sistema Armonizado, como que cumplen con los requisitos de importación sin pedir certificación adicional.”
Más claro, no canta EU. Desde hace dos años, cuando iniciaron las negociaciones, siempre estuvo presente un argumento de fondo: los actuales TLC se negocian dentro de una lógica en donde impera el poder del más fuerte sobre el más débil. ¿Por qué debemos los panameños someternos más a las presiones y ambiciones desmedidas de las políticas económicas y militares de los Estados Unidos?
La lógica de las “negociaciones”, entre comillas lo de negociaciones, porque, a todas luces, como revela el extracto de la carta “Lo que quieren los gringos” en el TLC, es que Panamá acepte evidentes imposiciones que acaban con la seguridad y la soberanía alimentaria de todos los panameños y panameñas.
La verdad que devela la carta
Con el TLC EU-Panamá, son ellos, los norteamericanos, y no nosotros, los panameños, los que producirán y decidirán lo que vamos a comer, lo que es bueno y lo que es malo. Son ellos, los norteamericanos, y no nosotros, los panameños, los que decidirán el sistema de inspección para carnes de aves de corral en la que se juega la salud del pueblo... igualmente, ellos, y no nosotros, son los que determinarán la aprobación de establecimientos y plantas procesadoras, sin que les estorbe el MIDA o el Ministerio de Salud. Con esta petición del gobierno de los Estados Unidos, ¿dónde queda la soberanía política del Estado Nación conocido como República de Panamá?
El documento denunciado por Laurentino Cortizo y que causó su digna renuncia, sólo representa una muestra de las razones de fondo por las cuales el gobierno de los EU insiste en negociar acuerdos como este. El problema no es el resultado de una “mala negociación”, se trata, ante todo, de la aplicación de una política predefinida, controlada e impulsada por los representan tes de los intereses del gobierno y de los grandes capitales de EU. Los hechos niegan las “buenas intenciones” y las promesas de “fabulosas oportunidades” que algunos se empeñan en atribuirle.
¿Qué es lo que buscan los Estados Unidos con el TLC?
Que la mayoría de los productos de su país entren a Panamá sin pagar los impuestos llamados “aranceles”. Nuestro país, no sólo dejaría de percibir los ingresos producidos por estos impuestos, sino que llevaría a la ruina la producción agropecuaria nacional. Las empresas norteamericanas tendrían todas las facilidades para hacer buenos negocios en Panamá. Tendrían privilegios como si fueran derechos. Las grandes empresas norteamericanas podrán traer sus materias primas y llevarse todas las ganancias. EU busca apropiarse de algunos servicios públicos privatizados, tendría garantizadas las patentes de sus productos y otras facilidades. Podrían inundar con sus productos el mercado panameño lo que significa una competencia desleal con la industria panameña (pequeña y mediana) y la producción agrícola nacional. Algunos productos de importancia para Panamá son precisamente aquellos con mayor grado de subsidios por parte del gobierno norteamericano. En EU, 81 % de los costos de producción de arroz son apoyados con subsidios milmillonarios; los costos de producción de azúcar reciben el 52 % en subsidios; la leche se subsidia con el 48 % y la carne con el 35 %.
¿Por qué es tan difícil saber sobre la negociación?
¿Qué es lo que en verdad sabemos los panameños sobre todos los aspectos negociados y las condiciones aceptadas, más allá, de lo poco que los negociadores del TLC le cuentan a los del cuarto de al lado? ¿Quitará EU el enorme subsidio a los productos de las grandes corporaciones transnacionales de alimento que tienen el monopolio y el control del mercado internacional? ¿Cuál es realmente la ventaja o la diferencia de que los productos estadounidenses subsidiados inunden el mercado en 6, 10, 15 o 20 años, si el resultado final será siempre el mismo: la muerte de la soberanía alimentaria de los panameños y panameñas?
De no ser por la actitud del señor Cortizo, mucha gente hubiera creído lo que los funcionarios de Panamá habían dicho: que no había cartas como la denunciada y que el tema fitosanitario estaba cerrado.
Para discernir y actuar
El número 22 de la encíclica, Populorum Progressio (Desarrollo de los Pueblos) viene como anillo al dedo, para entender elementos de causalidad en esta crisis de identidad nacional por la que atraviesa la soberanía panameña.
“ Llenad la tierra, y sometedla [20]: desde sus primeras páginas la Biblia nos enseña que la creación entera es para el hombre, al que se le exige que aplique todo su esfuerzo inteligente para valorizarla y, mediante su trabajo, perfeccionarla, por decirlo así, poniéndola a su servicio. Mas si la tierra está así hecha para que a cada uno le proporcione medios de subsistencia e instrumentos para su progreso, todo hombre tiene derecho a encontrar en ella cuanto necesita. Lo ha recordado el reciente Concilio: "Dios ha destinado la tierra y todo cuanto ella contiene, para uso de todos los hombres y de todos los pueblos, de modo que los bienes creados, en forma equitativa, deben alcanzar a todos bajo la dirección de la justicia acompañada por la caridad"[21]. Y todos los demás derechos, cualesquiera sean, aun comprendidos en ellos los de propiedad y libre comercio, a ello están subordinados: no deben estorbar, antes al contrario, deben facilitar su realización y es un deber social grave y urgente hacerlos volver a su finalidad primaria.”
Para aprender de la experiencia
La experiencia de los Tratados de Libre Comercio (TLC) en América Latina y el Caribe, han resultado incompatibles con el desarrollo de la vida humana. Tal es el caso de México que, después de más de 10 años de haber firmado el TLCAN, ha evidenciado desastrosos resultados: competencia desigual, reducción de los subsidios de producción, colapso de la soberanía alimentaria, fuerte disminución del salario mínimo; de la ganadería y un enorme y creciente desempleo que los impulsa, a miles de mexicanos, a arriesgar su vida cruzando la frontera norte, entre otros muchos males.
Para ser coherentes en la posición y el compromiso
Somos gente de fe, discípulos de Cristo que vino para traer vida, y vida en abundancia. Las políticas neoliberales y sus instrumentos: deuda externa, Área de Libre Comercio de las América ( alca) , tlc’ s y militarismo no han logrado cumplir sus promesas. Tampoco han facilitado felicidad, verdad, hermandad ni paz a nuestras vidas.
Nosotros, hombres y mujeres como las demás personas, que hemos descubierto en Cristo todo lo que un ser humano puede ser, como miembros de la comunidad latinoamericana, nos sentimos llamados a anunciar y hacer presente en América Latina, con nuestras obras y palabras, el Reino de Dios. Hemos aprendido, en estos quinientos últimos años, que esto es posible solamente viviendo, desde el amor misericordioso, la solidaridad, el perdón, la justicia y la libertad.
Desde 1980, el proceso de ajuste estructural, la deuda externa y la implementación del sistema neoliberal golpean tremendamente a las inmensas mayorías de nuestros países. Desde 1990 se ha deteriorado en América Latina, en este mismo proceso, la calidad de vida y se ha profundizado con claridad la brecha existente entre quienes lo tienen todo y quienes no tienen nada.
Hoy domina una concepción radical del capitalismo, que tiende a absolutizar el dinero hasta convertirlo en el medio, el método y el fin de todo comportamiento humano. El dinero subordina la vida de las personas, las relaciones y las estructuras de las sociedades y la política de los gobiernos. Este tipo de mercado no acepta regulación alguna en ningún campo. Oponernos no es renuncia a la utilización eficiente de los recursos en bienes y servicios, no es delimitar la libertad personal, no significa apoyar el capitalismo de Estado. Significa que nos oponemos a absolutizar las instituciones que explican o conducen la historia humana. Es sostener que el ser humano es irreductible al mercado, al Estado o a cualquier otro poder o institución que quiera imponerse como totalizante. Significa que, para nosotros, sólo Dios es absoluto y que su único mandamiento es el amor , que se expresa socialmente en justicia y solidaridad.
La absolutización del mercado, subyacente al neoliberalismo, legitima, con connotaciones religiosas, actividades discutibles a las que califica de “correctas” y “justas”. El dominio de los medios de comunicación masivos, en manos de una sociedad neoliberal, ha afectado las tradiciones locales minando la identidad y la libertad de hondas tradiciones humanas que no tienen poder en los mercados de la comunicación.
No somos ciegos a las transformaciones tecnológicas que han permitido disminuir las enfermedades, facilitar las comunicaciones, acrecentar el tiempo disponible para el descanso y la vida interior, y aun hacer más cómoda la vida, pero igualmente percibimos claramente las tres compulsiones del sistema: la compulsión del “poder”, del “tener” y del “placer”, que subrayan el individualismo y degradan la integridad de la creación.
Una lección para tener presente hacia el futuro
Para el neoliberalismo la razón de ser de la economía no es, como para los cristianos, un medio para que los hombres y mujeres convivamos en armonía con la creación, sino un bien acaparado para aumentar sólo el crecimiento económico y acumularlo. Restringe la intervención del Estado hasta despojarlo de la responsabilidad de garantizar los bienes indispensables que se merece todo ciudadano por ser persona. Privatiza empresas de servicios nacionales públicos con el criterio de que la administración privada es mejor para todos. Abre sin restricciones las fronteras para mercancías, capitales y flujos financieros y las cierra a los habitantes de nuestros países y deja sin suficiente protección a los productores más débiles y pequeños. Silencia el enorme problema de la deuda externa que mina gravemente la economía de nuestros pobres países, endeudados con sus usurarios intereses. Libera de impuestos y de obligaciones con la ecología a grupos poderosos. Provoca una concentración de la riqueza y el poder en las manos de muy pocos. Crea más corrupción en esferas políticas de los países latinoamericanos. En resumen: el neoliberalismo ahonda, no resuelve, los problemas de pobreza estructural, y, más bien, representa valores que radicalizan la ambición.
Nuestra obligación como cristianos, hombres y mujeres de Iglesia, es denunciar esta realidad injusta, resistir a las dinámicas que destruyen a nuestros hermanos y hermanas, y a la naturaleza. Nuestra obligación es trabajar para que haya una sociedad más cercana al Reino de solidaridad y de hermandad del Evangelio. Necesitamos disponernos a asumir los costos que implica el pago de esta determinación. No tenemos alternativa. Es nuestra lealtad con el Señor Jesús la que está en juego. Se trata de contribuir en la construcción de una sociedad en donde todas las personas, sin exclusiones de ninguna clase, puedan tener los bienes y servicios que se merecen por ser seres humanos llamados a compartir este camino común hacia el Reino de Dios entre nosotros.
Se trata de contribuir en la creación de una sociedad justa, en donde nadie quede excluido; una sociedad sensible a los débiles, a los marginados, a quienes han sufrido los impactos de procesos socioeconómicos que no ponen al ser humano en primer lugar. Se trata de contribuir a la creación de una sociedad democrática, construida participativamente, equitativa en sus relaciones de género. Una sociedad en donde podamos vivir en familia, hijos e hijas de Dios, hermanos entre nosotros, y mirar al futuro con ilusión, compartir la naturaleza y legar sus maravillas a las generaciones que nos sucederán. Una sociedad atenta a las tradiciones culturales que dieron una identidad propia a los pueblos de América Latina y el Caribe.
Un llamado en la misión
En la Iglesia no existimos para nosotros mismos sino para la humanidad. Afirmando nuestras raíces cristianas, y respetando la autonomía de las realidades terrestres, nuestras comunidades de solidaridad se ponen al servicio de la colectividad ciudadana en la construcción del espacio de lo público. Contribuimos, desde el seguimiento de Cristo, al establecimiento de una ética pública o civil que tenga en cuenta la vida, la búsqueda de la verdad, la justicia, los derechos humanos, la lucha contra la corrupción, el fortalecimiento de la familia, la paz y la protección de la integridad de la creación.
Nos esforzamos por una solidaridad lúcida que nos permita dialogar y proponer alternativas. Alternativas a la migración de los latinoamericanos, a la producción y venta de armas, a la guerra internacional, a la ambición del lucro, a la mercantilización del ser humano y de la naturaleza. Creemos en la promoción de la justicia que surge de nuestra fe y la hace más profunda, creemos, sobre todo, en la Buena Noticia del Reino de Dios.
La lógica neoliberal, su inspiración y sus métodos interpelan nuestros esfuerzos pastorales para hacer posible que la comunidad cristiana pueda responder con un compromiso serio, aportando la sal y la luz que hace falta. Que el Señor nos acompañe en la búsqueda de coherencia y fidelidad a su Reino y a vencer la tentación de observar, desde la tranquilidad, el actual desorden y su violencia hacia la vida y la paz. ¡Que el Dios de la vida acompañe a todo el pueblo de Panamá!
Equipo de la oficina nacional de Pastoral Social-Cáritas Panamá
Mensajes
22 de enero de 2006, 20:01
Estimados hermanos, estoy deacuerdo con lo difìcil que es para nuestra pobre economìa un tratado tan delicado como este.
Les agradesco de corazòn que todavìa existan fuerzas vivas que guiadas por el fuerte sentido de la caridad cristiana, rechazen todo aquello que atenta contra la vida.
No soy experta en economìa , ni comercio, es màs, no tengo un apellido puediente, ni vacas, ni dinero, pero creo en los seres humanos, en ese inmemso amor que Cristo nos dà y en cada uno de ustedes.
Un fuerte abrazo y adelante.
Cristina Pineda
26 años
Torrijos Carter
Panamà
9 de febrero de 2006, 18:35
Pienso que este es un pais que le falta mucho para superarse, donde los ricos se hacen mas ricos y los pobres seguiran siendo todavia mas pobres.
El TLC, es una puerta que se le habre a los que no son tan ricos y creanme les habrira mucho mas puertas a las personas desempleadas que hay tantas en este pais, dejando entrar a otras personas a que inviertan para negocios, y para quitar a tanto monopolio que hay en este pais.
Como ustedes lo han escrito por que nuestro gran ministro renuncio??
sera que tiene muchos interese de por medio? Se han hecho estas preguntas?.
Gracias por haber leido mi opinion, por que yo lei las suyas.
adios