Portada del sitio > Que orgulloso me siento...
Colombia no es el paraíso ni la estrella sobre el pesebre donde nació el hijo de Dios. No nos podemos mentir, somos un país hecho a cuchillo, cemento, llanto, corazón y pólvora. La violencia nos aqueja como enfermedad hereditaria.
Mucho después que los carteles de la droga organizaran las agencias de sicariato y Gaitán cayera en plaza publica, nosotros, los bisnietos del terror, tuvimos que escuchar en la escuela las historias de españoles colonizadores y homicidas, que luego de llegar al continente, no solo despojaron de principios culturales a indios y nativos, sino que además los torturaron y masacraron impiadosamente. Somos violentos de nacimiento y hasta la muerte, porque esa misma muerte (sangrienta o no) acostumbramos a presenciarla como algo cotidiano.
Si esto último parece exagerado, solo hay que prender el televisor a la hora del noticiero. Por muy malas noticias que recarguen los titulares, nosotros siempre esperamos los deportes y a las niñas hermosas de la farándula. Los muertos (esos que nunca faltan en nuestros amarillistas medios) son lo mismo de siempre.
Sin embargo la gente habla de lo feliz que es el colombiano, de sus ciudades, sus parques, sus playas y sus destinos turísticos. “Vive Colombia, viaja por ella”, “que orgulloso me siento de ser un buen colombiano”. La tragedia, como en todo lado, se nos olvida con la fiesta. Si ayer mataron a 50 soldados, mañana celebramos el Carnaval de Barranquilla; Si hoy acribillan a 41 campesinos inocentes, la siguiente semana tenemos el reinado en Cartagena y el Festival del Burro en San Antero. Las bombas revientan y los tambores igual. Nuestro lema: “No hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista”
El fin de siglo, con o sin postmodernismo, trajo consigo adelantos en biotecnología, globalización, autosuficiencia industrial, memorables descubrimientos científicos, sofisticados implementos médicos y una cultura ilimitada de comodidad electrónica. Paralelamente creció el desempleo, la sobrepoblación, el cierre de hospitales, el padecimiento de hambre, las amargas noticias de inundaciones y catástrofes naturales, escasez de alimentos, propagación de la pobreza, ciudades desorganizadas, sectores marginados y delincuencia desproporcionada. La falta de oportunidades, la carencia de educación, el clientelismo y la corrupción son el pan de cada día y cada noche.
La violencia seductora, domestica, callejera, vengativa, irresponsable, prófuga o legal, siempre estuvo vigilando con o sin uniforme.
¿Cuál fue la serie más vista por los televidentes en el 2008?
¿Acaso alguien dijo El Cartel?
¿Podríamos hablar del Minuto de Dios?
¡No se muevan!
¿Cuántos heridos en los escenarios deportivos?
¿Una de las dos cosas que más me gusta hacer en la vida?
Nuestra felicidad de patriota no se puede limitar a un gol de Wason Rentaría. Vale decir que soy un colombiano que ama el suelo que pisa, respeta a sus vecinos y hasta canta el himno nacional.
Algo me parece curioso a propósito de nuestros símbolos patrios:
Según, el Amarillo es el color con mayor espacio en la bandera, porque representa la riqueza de nuestra nación.
Pregunto: ¿En un país tan pobre y violento como el nuestro no sería más acertado el Rojo?
Mensajes
25 de enero de 2009, 14:58
Buena descripción...