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Cuba 1959-2009 : Érase una vez la revolución La nueva edición especial de l’Humanité ya está en venta. Lectura recomendada, diálogo con Fernando Martínez Heredia, profesor de historia y de filosofía marxista.
¿El quincuagésimo aniversario de la Revolución Cubana resulta finalmente una fecha propicia para medir el alcance de este acontecimiento en Cuba y en el continente ?
Fernando Martinez Heredia. Para Cuba, representa sin lugar a dudas el acontecimiento más importante de la segunda mitad del siglo XX. En América Latina, hay sentimientos encontrados. Este continente estaba saliendo de la etapa de la postguerra. En muchos países, los gobiernos de base popular perdían terreno. Presenciamos la época de sustitución de importaciones. Estos países se integraron plenamente al capitalismo mundial y a los Estados Unidos.
En ese momento, Cuba representó durante sesenta años el modelo neocolonial para la América Latina. Y el modelo para los Estados Unidos, el principal agente neocolonialista de la historia. Cuba es un país pequeño, pero de importancia estratégica. Tiene un fuerte auge económico a partir del siglo XIX. El importe de inversiones de los Estados Unidos, que era el más importante en América Latina se basaba en la monoproducción y concentración de tierras. Sin embargo, el modelo político estaba extraordinariamente desarrollado. Cuba tiene una historia propia, nacional. Se constituye como república democrática del siglo XX al término de un proceso político que se conjuró para crear la enorme división étnica y cultural.
Ya que, conviene recordar, Cuba recibió un millón de esclavos africanos, 125 000 chinos y conoció el apartheid. Era un país de castas. La primera revolución, a diferencia de muchos países de América Latina, fue abolicionista además de haber sido independentista. La población sufrió un genocidio, Cuba padeció los primeros campos de concentración, a finales del siglo XIX donde pereció la quinta parte de la población. De ahí surgió una república que planteó a la nación como una cuestión cultural e ideológica : ¿de quién es la nación ?
Para muchos europeos, la idea de nación es un concepto burgués. En Cuba, no. Si se entiende eso, uno puede comenzar a comprender el sentido del triunfo de la revolución en 1959. Al mismo tiempo, otra idea se impone : la justicia social, porque la libertad sola no basta. El capitalismo se desarrolló al igual que las ideas socialistas y comunistas. Cuba sabe de la resistencia de los trabajadores y de luchas armadas, incluyendo una revolución llamada « la revolución de los años 1930 ». Por tanto, el socialismo se aclimató en Cuba como idea popular. Así se comprende mejor la existencia del movimiento 26 de julio (M. 26-7) de Fidel Castro que sobrevendrá veinte años más tarde. En este contexto cultural y estructural, y con la existencia de un capitalismo sin salida, la situación es explosiva. Con el triunfo de la revolución, y recalco este punto, ya que lo más difícil siempre resulta el triunfo sobre lo imposible y la realización de lo que parecía imposible, todo parece más fácil. Pienso que es necesario comprender los problemas que Cuba ha tenido que afrontar, sino no se puede entender la revolución de hoy, que es hija de 1959. Sus protagonistas han muerto o envejecido. No obstante, existe una continuidad que nació de la ruptura de todos los moldes de comportamientos (familial, social y nacional) de subordinación a los Estados Unidos y de la tentativa de crear una sociedad totalmente diferente.
La historia no es secuencial, ¿aún así se podría resaltar los contornos de las etapas y las rupturas ?
Fernando Martinez Heredia. Hace ya veinte años, anticipé la idea de una periodización en tres etapas. La primera comienza con el triunfo de la revolución hasta los años setenta. La segunda se extiende hasta principios de los noventa y la tercera –habría que preguntarse si ya está finalizando o no. Durante el primer periodo, se forjaron las bases de la nueva sociedad. El sistema político, muy elaborado, que existía en Cuba en tanto república democrática, burguesa, neocolonial, aunque desacreditado, fue totalmente eliminado. Mucho más que la creación de un nuevo sistema político, la experiencia más importante ha sido el encuentro de las organizaciones revolucionarias. El arma general del pueblo, a través de las milicias, ha sido también una democratización del poder. El poder popular, independientemente de su forma, estaba al servicio del pueblo, empezando por la economía. Aquí cesó de tener importancia las cifras de la macroeconomía. En cambio, se cuestionaba la mejora de los problemas cotidianos (alimentarios, indumentarios). El Estado se ocupó entonces de los servicios sociales, salud, educación, bienestar social. La meta era de extender estos servicios a toda la población. La distribución a fondo de la riqueza nacional fue una característica importante de este periodo. Resulta difícil encontrar un ejemplo como éste en el mundo. El proceso educacional fue puesto en marcha, mientras que antes el sistema educativo dependía de la familia (la mitad de los niños no iban a la escuela y el 20% de los adultos eran analfabetos). Después, vino la idea de que eso no era suficiente. A finales de los años sesenta, Cuba comenzó a invertir un alto porcentaje de su PIB en la investigación en la ciencia y el desarrollo. La educación se multiplicó. El empleo fijo se instauró en un país donde la tercera parte de las personas aptas para trabajar estaban desempleadas. Sin embargo, por un lado, no teníamos acceso a la sustitución, ampliación y mejora de tecnologías ; por otro lado, el PIB provenía del comercio exterior. Entonces, no teníamos control sobre nuestra economía. Es ahí donde interviene el viejo Karl Marx y la idea de que la revolución debe ser mundial. Pero, sólo podíamos responder que « cada cual debe hacer la suya ». Y todavía sigue ahí esa problemática : los datos de la economía nos pertenecen parcialmente y debido a esto, las relaciones de trabajo se miden a través de las insuficiencias, tales como la producción de trabajo. ¿Cómo se puede crear una nueva disciplina después de romper con las anteriores ? Este problema subsiste a pesar de la existencia de un poder revolucionario que garantiza la satisfacción de las necesidades básicas y ofrece servicios gratuitos.
¿Cuándo comienza la segunda fase ?
Fernando Martinez Heredia. En 1971, cuando Cuba enfrenta dos realidades básicas. La primera atañe al aceleramiento del desarrollo económico socialista. Cuba se vio obligada a producir una ingente cantidad de azúcar para el mercado soviético y alemán con vistas a equilibrar sus relaciones internacionales. Por esto, se eternizó esta mono-explotación, alejando así el proyecto de una economía independiente. La otra realidad es la siguiente : el triunfo de la revolución constituyó una esperanza absoluta en América Latina. Pero ella implicaba que este continente fuera también el campo fundamental, cultural, histórico y político del proyecto de futuro para Cuba. Es decir, la existencia de otros poderes abiertamente revolucionarios o capaces de declararse independientes del imperio y de promover otra política nacional. Por esto, el proyecto cubano se vio limitado.
Y Cuba se apoyó en la Unión Soviética a un nivel que no era conveniente. Esta segunda etapa es muy importante y muy contradictoria. Cuba logra entonces la universalidad de la educación, de la salud, del bienestar social, gracias a los esfuerzos emprendidos, pero también gracias a los intercambios internacionales. Si estos últimos no le permiten un desarrollo económico autónomo, le ofrecen, en cambio, un nuevo modelo de consumo de masas y bienestar, que lo he nombrado estado de bienestar socialista. Su internacionalismo irradia. Sin embargo, este periodo es contradictorio, pues sufriríamos un profundo proceso de burocratización.
En 1985, había 2,5% de funcionarios más que en 1971 (1%). El fondo de esta burocratización se basa en un cambio de mentalidad : la creatividad y la capacidad de iniciativa de los seres humanos, lo más preciado que tiene Cuba, se verán frenadas, cuando ellas favorecen que cada uno se sienta realizado dentro de la sociedad. Esta burocratización, y lo que ella supone como rotura y atomización del pensamiento social, impidió toda reflexión sobre nuestros problemas y también sobre nuestro proyecto.
Ella provocó que el entusiasmo decayera y que se sustituyera por fórmulas rituales. Que la lengua se vaciara de contenido. Todo este proceso de deterioro prosiguió durante la segunda etapa. Esta última se precipitará debido a dos factores : el proceso llamado rectificación de errores y tendencias negativas. Se inició a mediados de los años ochenta, entre otros, por Fidel Castro, sacudiendo profundamente la sociedad. Pero este proceso será contrarrestado por la fase final y la desaparición de la Unión Soviética, por cierto de una manera que nadie esperaba : ella se autodisolvió. El socialismo se vio desacreditado entonces a escala planetaria. Para Cuba, eso significó una inmensa fractura en su economía y un deterioro de la calidad de vida, ya que, de la noche a la mañana, se rompieron sus relaciones de dependencia sin que el país pudiera hacer nada, ni compensarlas, ni tan siquiera abrir otro horizonte.
¿El bloqueo no ha sido también un factor de bloqueo del proyecto ?
Fernando Martinez Heredia. El bloqueo americano ha sido una constante. No ha sido decisivo pero, sin duda alguna, ha jugado enormemente en contra de la revolución. El bloqueo apareció lógicamente porque Cuba se liberó de los Estados Unidos, y éstos nunca se han acostumbrado a la idea. Frente a la hostilidad, la agresividad, incluyendo las agresiones, Cuba se vio obligada a crear un instrumento militar desproporcionado en relación a su tamaño y sus necesidades. A eso nos obligó el imperialismo. La hostilidad no opera sólo en el área de intercambios comerciales, ella, al igual que sus daños, es sistemática. Y ha sido una constante durante estos tres periodos.
Para volver a la tercera etapa, ¿se trata de un periodo especial ?
Fernando Martinez Heredia. Nunca lo llamaría así. Prefiero la precisión : una crisis económica muy profunda y el descrédito mundial del socialismo. A la vuelta de 1991 y 1994, no son solamente la producción y las reservas económicas las que se desmoronaron, sino muchos aspectos de la calidad de vida de los cubanos. El país se vio obligado a tomar medidas radicales para sobrevivir. Algunas iban incluso en contra de las propias ideas de la revolución, como la doble moneda, en julio de 1993. El dólar, la moneda de nuestros enemigos, iba a circular legalmente en Cuba y obtener una capacidad de decisión increíble, y cambiar la relación al trabajo. Las « remesas », o sea el dinero que los cubanos en el extranjero enviaban a sus familias, adquirieron una gran importancia : más de mil millones de dólares al año. Eran valiosas porque permitían obtener divisas. Estas remesas fueron una fuente de diferenciación social que no nace del trabajo, ni de los estudios ni de un mérito individual, es decir que no tiene nada que ver con los valores socialistas, sino con el azar. Simultáneamente, el turismo aumentó rápidamente al punto de convertirse, a mediados de los años noventa, en la primera fuente de divisas. La crisis económica fue extremadamente aguda hasta 1995. Luego, el país comenzó a recuperarse y hoy registra una eficiencia económica nada despreciable. Esto se debe a la acumulación de la experiencia y a una extraordinaria habilidad táctica del poder revolucionario : la reorientación de las relaciones internacionales, unas reformas que no sólo permitieron la supervivencia, sino también una viabilidad de la economía.
Sin embargo, no nos hemos recuperado aún en ciertos aspectos de la calidad de vida de antes de 1989. Otro punto esencial : las expectativas de los cubanos son incomparablemente más importantes que hace veinte años. Al mismo tiempo que la economía y la calidad de vida se derrumbaban, maduraban, especialmente entre los jóvenes, las expectativas tanto del punto de vista del consumo como del propio trabajo. Y la contradicción social se acentúaba tal vez más.
¿No ve usted otra contradicción en la relación revolución como sujeto de la historia y al mismo tiempo como actor en construcción ?
Fernando Martinez Heredia. No. Comprendo que la transición socialista es la forma correcta para denominar el periodo que va del establecimiento de un poder popular en un país de productores libres y asociados, sin Estado, sin clase social. Pero el comunismo no me parece posible a escala de un país. Por tanto, lo que podemos hacer, en un país como el nuestro y en otros, es un paisaje socialista lo más profundo posible. Desde mi punto de vista, eso debe partir de revoluciones sucesivas en la propia revolución. Porque si ella misma no se revoluciona, comienza a contenerse y puede recular. ¿Cómo hacer eso ? No hay manuales. También se demostró hace mucho tiempo que la revolución no es irreversible. Por tanto, sobran las razones para mantenerse dinámicos y despiertos.