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Japón: Adiós al pacifismo

Publie le Sábado 15 de enero de 2005 par Open-Publishing

Por Esperanza Soler
La Habana, 15 ene 2005

El pueblo japonés, defensor en su mayoría de la Constitución pacifista, contempla hoy con temor los incesantes cambios en la política nacional, asumidos por el primer ministro Junichiro Koizumi.

La génesis de esa tendencia en el país está en la entrada de Koizumi al poder en abril de 2001, cuando prometió fortalecer el potencial militar de Japón, para lo cual extremó la alianza con el gobierno de Estados Unidos como eje de su política exterior.

Ese mismo año comenzó una transformación gradual, cuando Tokio envió barcos al océano Indico como apoyo logístico a las fuerzas aliadas de Washington en su invasión contra Afganistán.

Julio de 2003 fue la fecha escogida por el jefe del gobierno nipón para presionar al parlamento a favor de una polémica enmienda a la carta magna que le permitiera enviar tropas a Iraq, invadido por el ejército estadounidense.

El hecho se consumó a principios de 2004 cuando más de medio millar de soldados japoneses llegaron a la ciudad iraquí de Samawa, a pesar del rechazo del 63 por ciento de los habitantes de la nación asiática.

Como pretexto Tokio alegó la reconstrucción del país árabe y la posibilidad de aportarle asistencia humanitaria, pero la verdadera razón fue el vínculo de Koizumi con los planes militares del presidente norteamericano, George W. Bush.

La Constitución, de casi 60 años, en su artículo nueve plantea la renuncia permanente del pueblo japonés a participar conflictos bélicos y al empleo de la fuerza como medio de solucionar las disputas internacionales.

Analistas políticos en la región de Asia y el Pacífico han vaticinado que el cambio de estrategia de Japón podría convertirse en el principio de una carrera armamentista e influir en el dañado equilibrio militar de la región.

Por si fuera poco, el pasado 9 de diciembre ese gobierno extendió por un año la presencia de sus soldados en Iraq, a pesar del sostenido rechazo de la mayoría de la población nipona y de los partidos opositores.

Un día después, aprobó la nueva Ley de Programación Militar, que reforzará su alianza con Estados Unidos y vinculará más sus fuerzas defensivas a conflictos bélicos mundiales.

Además, un presupuesto cercano a los cinco mil millones de dólares le permitirá impulsar junto a Washington un polémico sistema antimisiles.

Esa nueva doctrina de defensa admitirá que Tokio envie a Estados Unidos sensores de rayos infrarrojos, escudos protectores de cabezas coheteriles y unidades de propulsión, entre otros componentes electrónicos de última generación.

Todo ello sin tener en cuenta que desde 1976 estaba prohibida la exportación de armas japonesas a otros países.

La caótica situación que viven hoy varios países del sur de Asia después de los maremotos sirve a Japón para disfrazar su agresividad tras un ropaje de buen vecino, con el despliegue de unos 800 soldados en la región.

De ese modo el gobierno de Tokio pretende que todo transcurra sin provocar reacciones negativas en esas naciones, víctimas del colonialismo japonés en el pasado siglo.

mgt/esp-car


Fuente: Prensa Latina