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LA INTERNACIONALIZACION DEL GENOCIDIO( Parte 1)

Publie le Miércoles 4 de abril de 2007 par Open-Publishing

La reunión de Camp David acaba de concluir. Todos escuchamos con interés la conferencia de prensa de los Presidentes de los Estados Unidos y Brasil, así como las noticias en torno a la reunión y las opiniones vertidas.

Enfrentado Bush a las demandas de su visitante brasileño sobre tarifas arancelarias y subsidios, que protegen y apoyan la producción norteamericana de etanol, no hizo en Camp David la más mínima concesión.

El presidente Lula atribuyó a esto el encarecimiento del maíz, que de acuerdo con sus palabras se había elevado en más de un 85 por ciento.

Ya antes, el periódico The Washington Post publicó el artículo de la máxima autoridad de Brasil, donde expuso la idea de convertir los alimentos en combustible.

No es mi intención lastimar a Brasil, ni mezclarme en asuntos relacionados con la política interna de ese gran país. Fue precisamente en Río de Janeiro, sede de la Reunión Internacional sobre el Medio Ambiente, hace exactamente 15 años, donde denuncié con vehemencia, en un discurso de 7 minutos los peligros medioambientales que amenazaban la existencia de nuestra especie. En aquella reunión estaba presente Bush padre como presidente de Estados Unidos, que en gesto de cortesía aplaudió aquellas palabras, igual que todos los demás presidentes.

Nadie en Camp David ha respondido a la cuestión fundamental. ¿Dónde y quiénes van a suministrar los más de 500 millones de toneladas de maíz y otros cereales que Estados Unidos, Europa y los países ricos necesitan para producir la cantidad de galones de etanol que las grandes empresas norteamericanas y de otros países exigen como contrapartida de sus cuantiosas inversiones? ¿Dónde y quiénes van a producir la soya, las semillas de girasol y colza, cuyos aceites esenciales esos mismos países ricos van a convertir en combustible?

Un número de países producen y exportan sus excedentes de alimentos. El balance entre exportadores y consumidores era ya tenso, disparando los precios de los mismos. En aras de la brevedad, no me queda otra alternativa que limitarme a señalar lo siguiente:

Los cinco principales productores de maíz, cebada, sorgo, centeno, mijo y avena que Bush quiere convertir en materia prima para producir etanol, suministran al mercado mundial, según datos recientes, 679 millones de toneladas. A su vez, los cinco principales consumidores, algunos de los cuales son también productores de estos granos, necesitan actualmente 604 millones de toneladas anuales. El excedente disponible se reduce a menos de 80 millones de toneladas.

Este colosal derroche de cereales para producir combustible, sin incluir las semillas oleaginosas, sólo serviría para ahorrarles a los países ricos menos del 15 por ciento del consumo anual de sus voraces automóviles.

Bush en Camp David ha declarado su intención de aplicar esta fórmula a nivel mundial, lo cual no significa otra cosa que la internacionalización del genocidio.

El Presidente de Brasil, en su mensaje publicado por The Washington Post, víspera del encuentro en Camp David, afirmó que menos del uno por ciento de la tierra cultivable brasileña se dedica a la caña para producir etanol. Esa superficie es casi el triple que la que se empleaba en Cuba cuando se producían casi 10 millones de toneladas de azúcar, antes de la crisis de la URSS y del cambio climático.

Nuestro país lleva más tiempo produciendo y exportando azúcar, primero a base del trabajo de los esclavos, que llegaron a sumar más de 300 mil en los primeros años del siglo XIX y convirtieron la colonia española en el primer exportador del mundo. Casi cien años después, a principios del siglo XX, en la república mediatizada, cuya independencia plena frustró la intervención norteamericana, sólo inmigrantes antillanos y cubanos analfabetos cargaban el peso del cultivo y el corte de la caña. La tragedia de nuestro pueblo era el llamado tiempo muerto, por el carácter cíclico de este cultivo. Las tierras cañeras eran propiedad de empresas norteamericanas o de grandes terratenientes de origen cubano. Hemos acumulado, por tanto, más experiencia que nadie sobre el efecto social de ese cultivo.

El pasado domingo primero de abril, la CNN informaba la opinión de especialistas brasileños, quienes afirman que muchas de las tierras dedicadas al cultivo de la caña han sido adquiridas por norteamericanos y europeos ricos.

En mis reflexiones publicadas el 29 de marzo expliqué los efectos del cambio climático en Cuba, a lo que se añaden otras características tradicionales de nuestro clima.

En nuestra isla, pobre y lejos del consumismo, no habría siquiera personal suficiente para soportar los duros rigores del cultivo y la atención a los cañaverales en medio del calor, las lluvias, o las sequías crecientes. Cuando azotan los ciclones, ni siquiera las máquinas más perfectas pueden cosechar las cañas acostadas y retorcidas. Durante siglos no se acostumbraba a quemarlas, ni el suelo se compactaba bajo el peso de complejas máquinas y enormes camiones; los fertilizantes nitrogenados, potásicos y fosfóricos, hoy costosísimos, ni siquiera existían, y los meses secos y húmedos se alternaban regularmente. En la agricultura moderna no hay rendimientos elevados posibles sin rotación de cultivos.

La Agencia Francesa de Prensa transmitió el domingo primero de abril informaciones preocupantes sobre el cambio climático, que expertos reunidos por Naciones Unidas consideran algo ya inevitable y de graves consecuencias en las próximas décadas.

“El cambio climático afectará al continente americano de forma importante, al generar más tormentas violentas y olas de calor, que en Latinoamérica provocarán sequías, con extinción de especies e incluso hambre, según el informe de la ONU que debe aprobarse la próxima semana en Bruselas.

“Al final del actual siglo, cada hemisferio sufrirá problemas de agua y, si los gobiernos no toman medidas, el aumento de temperaturas podría incrementar los riesgos de ‘mortalidad, contaminación, catástrofes naturales y enfermedades infecciosas’, advierte el Grupo Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC).

“En Latinoamérica, el calentamiento ya está derritiendo los glaciares de los Andes y amenaza al bosque del Amazonas, cuyo perímetro se puede ir convirtiendo en una sabana”, continúa afirmando el cable.

“A causa de la gran cantidad de población que vive cerca de las costas, Estados Unidos también se expone a fenómenos naturales extremos, como demostró el huracán Katrina el año 2005.”

“Este es el segundo informe del IPCC de una serie de tres, que se abrió el pasado febrero con una primera diagnosis científica donde se establecía la certeza del cambio climático.”

“En esta segunda entrega de 1.400 páginas, en la que se analiza el cambio por sectores y regiones y del que la AFP ha obtenido una copia, se considera que, aunque se tomen medidas radicales para reducir las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, el aumento de temperaturas en todo el planeta en las próximas décadas ya es seguro”, concluye la información de la agencia francesa de noticias.

Como era de esperar, Dan Fisk, asesor de Seguridad Nacional para la región, declaró el propio día de la reunión de Camp David que “en la discusión de asuntos regionales, el tema de Cuba sería uno de ellos y no precisamente para abordar el tema del etanol ―sobre el cual el Presidente convaleciente Fidel Castro escribió un artículo el jueves― sino sobre el hambre que ha creado en el pueblo cubano”.

Por la necesidad de dar respuesta a este caballero, me veo en el deber de recordarle que el índice de mortalidad infantil en Cuba es menor que el de Estados Unidos. Puede asegurarse que no existe ciudadano alguno sin asistencia médica gratuita. Todo el mundo estudia y nadie carece de oferta de trabajo útil, a pesar de casi medio siglo de bloqueo económico y el intento de los gobiernos de los Estados Unidos de rendir por hambre y asfixia económica al pueblo cubano.

Publicación Original en: Granmacubadebate