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POR UNA RE-INCLUSION DE MUSICOS VENEZOLANOS EMIGRADOS DURANTE LA IV REPUBLICA

Publie le Martes 23 de enero de 2007 par Open-Publishing
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Por Xavier Padilla

Hacia finales de la IV República, cantidades de músicos venezolanos se vieron obligados a abandonar su patria y a buscar nuevos horizontes en tierras lejanas, víctimas del deterioro moral y socio-económico al cual llegó nuestro país. Estos emigrantes fueron en su totalidad "músicos populares" y representaban una buena parte del contingente de actores de la música compuesta, cantada, bailada y disfrutada en las principales zonas urbanas de la nación. Nuestro músico popular, habiendo creído siempre poder recurrir en caso de emergencia a la emigración ("uno con su instrumento se puede parar en cualquier esquina del mundo y al menos algo le tirarán"), terminó efectivamente lanzándose al "vacío" extra-fronterizo, jugándose el todo por el todo.

Tuvo que optar por esta humillante decisión de emigrar (a diferencia de los músicos "clásicos", quienes generalmente no emigran si no que "viajan" por razones de estudio, y son eventualmente becados). Nuestros músicos emigrantes no tenían el apoyo de un Sistema de Orquestas como el nacional -que protege y emplea exclusivamente a los cultores de la música clásica- y eran ante todo profesionales a la deriva, sin ningún status ni condición social reconocida.

La mayoría de ellos había aprendido su arte de forma autodidacta en los barrios y hasta entonces se había ganado la vida tocando en "bailes", integrando grupos y orquestas de salsa, merengue, jazz, bossa-nova, onda nueva, joropo, boleros, gaita, raspa, y ocasionalmente participando en una que otra grabación. Percibidos generalmente como musiquitos o tírame-algos dentro de una sociedad infectada de racismo y clasismo, nuestros músicos populares debieron además enfrentarse con la crisis social, moral, económica y política que culminó en el "27 de febrero".

En aquella época de nuestra moribunda Constitución, una gran cantidad de estos músicos buscó refugio en el extranjero, principalmente en Europa y en Estados Unidos. De ellos no se habla nunca (salvo de algunos que lograron cierto éxito), y hasta el presente muchos no han podido volver y reintegrarse a su país, a pesar de haberse ya instaurado en el mismo una nueva política social y una nueva Constitución. Nuestros músicos emigrados, habiendo sido virtualmente expelidos de su patria, han llevado y continúan llevando una vida muy dura luego de aproximadamente dos décadas en el extranjero, ocupando las clases más inferiores y olvidadas de las sociedades industriales del llamado "primer mundo". Para ellos, nuestra moribunda Constitución sigue vigente, los ha perseguido hasta otras tierras.

(Lo cual no les ha impedido seguir representando y promocionando la cultura de su país en el mundo).

Así es, aquellos que lograron irse al extranjero, cuando la lucha por una sobre-vivencia física y cultural llegó a sus límites, debieron enfrentar todos los avatares posibles reservados al emigrante en tierras extrañas, frías y no menos ex-cluyentes. Muchos de los músicos populares que no buscaron salir, o no pudieron lanzarse hacia estos supuestos nuevos horizontes, cayeron en la droga, en el alcohol, o bien perdieron sus familias y naufragaron en la indigencia.

Aún luego de 8 años de haberse instituido la V República, nuestros músicos "populares" emigrados continúan esperando que alguien se acuerde de ellos. Especialmente aquellos -por cierto la inmensa mayoría- que apoyan el proceso y que hicieron lo imposible para votar el 3D, teniendo a veces que costearse largas distancias en tren hasta la única ciudad del país donde quedase su embajada. Los mismos que también, al haber logrado alguna vez -luego de titánicos esfuerzos- tomar un avión y visitar a sus familias en Venezuela, fueran recibidos por sus ingenuos compatriotas con la frialdad de quienes, ante estas rarísimas visitas, juran estar en presencia de "los que ’gozan’ viviendo en el extranjero y por ende tienen real".

Nada más doloroso de escuchar para quienes apenas podríamos considerar unos desafortunados exiliados, víctimas de nuestro fracaso en políticas sociales y culturales y que han conocido y siguen conociendo la miseria de las grandes metrópolis del capitalismo. El músico popular es una especie única, sin status definido en la sociedad, una suerte de buhonero de la cultura a pesar suyo y que el modelo capitalista, junto con la inadvertencia y corrupción de nuestros organismos culturales, precipita raudo hacia una total extinción. Es un ente que se pierde en el torbellino cadencioso, placentero de la fiesta y sobre el cual pocos, atareados en el goce de la misma, se interrogan.

Como sabemos, en Venezuela la cultura popular siempre fue objeto de una fuerte discriminación, o bien de un tratamiento hipócrita por parte de los organismos culturales estatales, en los cuales la corrupción, como en todas partes, se instala y obliga sus funcionarios a desatender descaradamente sus obligaciones.

La cultura popular es la historia viva de nuestros valores patrios, habiendo sus exponentes dado siempre muestras fehacientes, obvias, de una fuerza ancestral. Sus manifestaciones tienen origen en la lucha, son el resultado espontáneo de una resistencia elaborada y continua. El pueblo entrega, en su expresión popular, el tono de sus reivindicaciones, de sus pasiones, de sus esperanzas.

La labor de un ministerio de la cultura no es organizar, ordenar la cultura popular, sino darle los medios necesarios para que ésta pueda continuar expresándose de la mejor manera posible. Pero tiene que empezar por dárselos!

No es instruir, educar, alinear. ¿Quién puede instruir una expresión pura del pueblo? Es el pueblo quien dicta la pauta, es el pueblo quien sabe. ¡Basta de centros de poder que se han dado por misión, en vez de obligaciones, "misiones"!

El ordenamiento de la cultura popular desde arriba no sólo no funciona, sino que aspira a usurpar el libre itinerario de las naciones. La estructura de la música clásica sí puede soportar ese tipo de institucionalización piramidal pues, desde las técnicas instrumentales hasta las obras ejecutadas, todo está escrito y necesita dirección, jerarquías, niveles de poder. Es una inmensa máquina donde a veces se confunde la burocracia más frívola con el delirio febril de los más grandes compositores de la humanidad.

En nuestro país se ha dado tradicionalmente un trato académico a la música académica, con muy buenos resultados, pero no hemos sabido darle a la música popular un trato popular, es decir, no académico, no controlador. Así, al haber fracasado en nuestra "misión", hemos tenido la cómoda excusa de nunca haberles podido dar nada.

Porque es claro que detrás de la pretensión de proveer, de ayudar, sólo se esconde la voluntad de controlar los recursos, la voluntad de no dar. Pero los exponentes de la cultura popular siempre se han reunido solos y logrado su magia, su encanto sin necesidad de guía alguna por parte de funcionarios con diploma. ¡Démosle a los exponentes, a los "tenientes" de la cultura popular, los medios sin más!

Esa gente sabe lo que hace, y tiene una historia. La vida les ha dado algo, un talento, una mano, un oído, un cuerpo, una voz, y también un cerebro...

Llamemos pues a estos músicos pobres -que no es lo mismo que "pobres músicos"- y expatriados -que no es lo mismo que "sin patria"- de regreso a nuestra tierra: son hombres y mujeres de aquí, de esta parte del mundo que les dio sus dones y que quiere oírlos, especialmente ahora, señores del gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, que nuestro pueblo vuelve a cantar...

Procedamos desde ya a "pensar" y poner en práctica una verdadera solución para la inclusión social de todos nuestros músicos populares, "no-clásicos", portadores no sólo de nuestra tradición autóctona sino además intérpretes de la actualidad musical planetaria, reflejo vivo de los pueblos del planeta en su diálogo libre de formas expresivas.

Paremos de subordinar la cultura musical de nuestro pueblo al paradigma de la música clásica. No insistamos en creer ahora -hipócritamente- en una supuesta "apertura" de este paradigma al éste prestarse recientemente a interpretaciones sinfónicas de nuestro material popular: lo que ocurre no es tanto una evolución de lo popular (en una supuesta conquista de terreno sinfónico) como un ardid de falsa generosidad de lo clásico sobre lo popular. Beata permisión que lo mantiene en su tradicional posición dominante.

Paremos de seguir encubriendo nuestra tendencia euro-centrista en materia humanística, la cual es un residuo del colonialismo y que caracterizó los designios de la IV República, cuando los señores de la cultura oficial promulgaban la sumisión de nuestra expresión artística al legado del "viejo mundo" -so pretexto de devenir más universales.

Paremos de retardar, pues, la consagración de un tratamiento endógeno y soberano de nuestra cultura. Defendamos nuestros músicos populares, comenzando por los que han sufrido más a causa de su oficio, de su condición, de su país.

Xavier Padilla
(para mayor información acerca de músicos populares venezolanos en el extranjero escribir a Xavierpadilla@9online.fr)

Mensajes

  • He leído con mucho atención el texto de Xavier Padilla y me parece que, habiendo vivido casi exactamente las mismas experiencias que el sr Xavier Padilla narra. hay que dejarse de cuentos que el gobierno “revolucionario” va a oir algo, porque primero habrá que pasar a la lucha y la movilización como un sector perteneciente a la clase de los trabajadores inmigrados, y ubicarnos como tales; hacer de nuestros males un manifiesto, un manifiesto independiente y clasista de los artistas y del arte revolucionarios, para volver a reanudar el hilo que nos uniría a la banda de Lautremont, Trotsky y Breton. De hecho estaremos en la misma línea en que las masas venezolanas piensan, que en definitiva es toda una perspectiva internacional, masas que están empeñadas en la apuesta por un verdadero e histórico cambio social.

    Y lo que plantea Padilla implica profundizar. Para ser breve, esa exclusión-inclusión (términos de Foucault y que allá en Vzla. hacen furor) de por sí da un cuadro que Xavier sugiere consciente o no: el cuadro social y de lucha de clase.

    El músico popular en Europa y cuando estaba en Venezuela, como bien se asevera en el texto es el músico pobre, que aquí mucho patrón sinvergüenza, y en muchos casos también latino, han sido capaces de cambiar comida por música y sin mediar pago (modo de producción esclavista), o a mencionar púdicamente que también "habrá papa". La paga por lo general es miserable, y es raro que se pueda llegar al status de músico profesional.

    Por cuestiones históricas y sociales el arte hoy está sumergido en la aventura individual de sus componentes. Se trata, pues de un cuestionamiento profundo, una refonte y una condenación sin misericordia de las bases sobre las cuales hasta ahora se erige el arte, ni qué decir del arte oficial, burocrático o municipal. Sí, ese, el de la banda seca y la fanfarria militarezca, que lo único que hay que pedir es que lo paguen por adelantado.

    También está el hecho de que este "tiramealgo" también reduce su horizonte mental, y opta por ni defender su condición ni defender su propio progreso, su disciplina, su talento, terminando por descreerse a sí mismo, etc.

    Nada que valga se podrá hacer si este músico pobre no termina de entender que forma parte agregada al proletariado, si acaso ya no está adentro y sin darse cuenta, cosas que subyacen en el texto.

    Luego, nuestro discurso debe pasar por la ruptura política teniendo como objetivo nuestra independencia de clase, la que deberá prevalecer, es decir que las omisiones de los gobiernos, sus errores, sus traiciones, se traduzcan en costos políticos. Pedir al gobierno "revolucionario" que reconozcan a este segmento de la población asalariada, es pasar por manifestarnos como proletarios inmigrantes, un proletariado que trae consigo su cultura, su historia y sus revueltas, sus tradiciones, etc.

    La visión común que se tiene en Venezuela sobre la inmigración, por supuesto que es una visión burguesa y que en general se asimila a la inmigración de la pequeña burguesía de Paris o de Miami, profundamente reaccionaria.

    El primero en tener este discurso son los mismos voceros del Estado, tanto en la embajada como en el seno de la población en Francia y en Venezuela. Si es en la embajada, las opiniones sobre las revueltas en Francia fue condenarlas al igual que Chávez, lo peor es que aquí fueron sepultadas por ser un problema de los musulmanes, o algo así. El instinto de clase nos debe llevar a condenar a la Embajada y al mismo presidente Chávez, estas revueltas se inscriben en los buenos augurios de luchas (necesarias para las nuestras) en los países del viejo continente, y esa debe ser la apuesta de un gobierno realmente revolucionario. ¿Por qué mencionar las revueltas en las banlieus de Paris? Porque nuestro discurso de artistas debe pasar por el tamiz de la lucha social, allí donde se vive y se obra, y que le es totalmente pertinente.

    Si es en Venezuela, un dirigente y animador cultural allá decía, ante mi inquietud por los malos tratos y la mala reputación que muchas veces sufren los haitianos, que “ellos deberían ir a luchar a su patria”; al amigo le tuve que explicar que los estaba poniendo en manos del patrón y sin solidaridad del trabajador nacional, y que eso s-ólo genera xenofobia. Que a donde va el capital va el proletariado, no hay uno sin el otro. En fin. No tenemos otra salida que manifestarnos claramente como obreros, proletarios, trabajadores de la cultura (este servidor limpia kilómetros de suelo, trabaja de noche, y se ejerce en el instrumento durante el tiempo que puede,) en medio urbano, bajo el latido permanente de la lucha social y de la acción social tanto aquí como allá, imag-inemos pues, el alcance y las perspectivas que puede tener un artista, sobre todo en el registro grave, en la explosión, la ruptura, la confrontación.

    Fue en la inmigración que se se crearon las primeras organizaciones de los trabajadores en Europa, la Liga de los Comunistas fue uno de sus frutos.

    Marx veía optimista el futuro del proletariado, el desarrollo de sus capacidades de organización y de lucha, dados por el mismo desarrollo de la técnica y de las fuerzas productivas, por lo tanto sabía de antemano que este operador de máquinas iba a devenir internacional, culto, investigador, y, last but not the least, virtuoso de un instrumento de música.

    Saludos revos.