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Reporte sobre las zonas afectadas en Chiapas (V)

Publie le Domingo 30 de octubre de 2005 par Open-Publishing

Antes de llegar a Motozintla, pasamos de nuevo por Che Guevara y Belisario
Domínguez, donde ya empieza a llegar la ayuda, tanto de la Junta de Buen
Gobierno para los zapatistas, como la oficial para los no zapatistas.
Algunos vecinos se muestran preocupados por una grieta de más de un metro
que amenaza con lanzarles otro cerrito encima de sus casas, por lo que
piden la llegada de geólogos a la zona para comprobar qué riesgos se corren.

La actuación de los militares enviados al lugar, por otra parte, está
totalmente descontextualizada. Su actitud es pasiva, cuando no lúdica. Bien
diferente fue el caso de un soldado en Motozintla, que murió sepultado
mientras sacaba arena de una casa, al caerle un tejado encima. Demostró
que, a veces, se esconden personas bajo los uniformes. Los compas que
explican de esta muerte, tienen un muro del patio a punto de ceder ante la
presión de más de dos metros de arena que intenta penetrar en su casa.
Causa fuerte impresión entrar a su casa por la pared, sin necesidad de ser
fantasmas, pues solo quedan recuerdos de ella. Por suerte, además de la
pared el río solo se llevó pertenencias, dejando la casa en el lugar, a
diferencia de otras, y parece que podrán continuar habitándola.

La ciudad está atravesada por una lengua de NADA, un lecho seco de 80
metros de ancho y 5 Km de largo, una cicatriz de miseria y tierra donde
antes había casas y avenidas, de las que no queda ni rastro, pues fueron
arrancadas de raíz. "El agua se llevaba las casas como se lleva los
papeles", dice un compa. Y lo que queda en pie... está como está. De
algunas casas solo queda el recuerdo de un suelo y los hierros de las
columnas. La imagen de un niño paseando en bicicleta, pisando a la altura
de la ventana por la que, semanas atrás, se asomaría para ver los árboles
de los que solo palos resecos quedan, explica por sí sola cuánto falta para
volver a la normalidad, cuánto queda por hacer y construir.

Aunque hubo decenas de muertos, ningún compa sufrió daños físicos, aunque
perdieron tres casas. Nuestro guía narra que las inundaciones de 1998 le
destruyeron una parte de la vivienda. Stan acabó el trabajo. Cualquiera que
se pasee por esta ciudad no puede sino sentir una terrible indignación ante
el cinismo y la desvergüenza de las autoridades oficiales, que se resisten
a declarar la zona de desastre, cuando los vecinos no recuerdan algo
similar, mientras que otros evocan las imágenes del terremoto de Ciudad de
México, a mediados de los 80.

A pesar de todo, la sonrisa no abandona en ningún momento a los compas,
aunque la reconstrucción se ve difícil. El apoyo que entre todos ellos se
dan, sin embargo, deja un lugar para la esperanza.

Chiapas, 28 de octubre de 2005