Portada del sitio > TELÉFONOS CON OLORES
Por Carlos Bongcam
Los teléfonos celulares, o móviles, como se les llama en otros países, que en vez de pitear, tocar melodías o exitarse mediante extrañas vibraciones que le avisan al dueño que su señora lo está llamando, ahora desprenderán olores para advertir que ha llegado un mensaje o que alguien quiere hablar con uno. Ésta es la última novedad que está causando furor en Japón, por lo que se espera que pronto los olores telefónicos llegarán a Chile e invadirán el resto del mundo.
Efectivamente, en Japón acaban de lanzar el "Keitai Kunkun", un dispositivo que, conectado al teléfono celular, desprende un olor característico y muy penetrante durante cinco segundos cuando llaman al teléfono o llega un mensaje.
Las fragancias son recargables y los olores disponibles por ahora los ofrece la firma Pixen Inc, que puso este producto en el mercado, incluye en su catálogo los olores Disney, Hello Kitty y Doraemon, entre otros.
El dispositivo, que cuesta unos nueve mil pesos chilenos, alrededor de diecisite dólares, puede adquirirse en internet y ya está causando furor entre los adolescentes japoneses.
Pero como los chilenos estamos ubicados entre los mejores piratas y copiadores del mundo, se da como un hecho de que al menos los olores serán copiados, reinventados y reacondicionados en los "Keitai Kunkun" que salgan al mercado.
Un estudio científico sobre los efectos de los olores en el cerebro humano, llevado a cabo simultáneamente en Suecia y Canadá, demostró la importancia de la hormona masculina tetosterona en el comportamiento y preferencias sexuales de las personas. Quedó demostrado que el cerebro de los hombres homosexuales, al igual que el de las mujeres-mujeres, reaccionaba positivamente al perfume de la tetosterona. Este sería un ingrediente de éxito que podrían utilizar los futuros piratas de los olores telefónicos. Con repercusiones impredecibles en los recintos cerrados donde existan aglomeraciones.
Pero también se podrían utilizar otro tipo de olores, como los disuasivos y repelentes, con el fin de alejar a los transeúntes o compañeros de viaje en trenes y buses, los que se afanan por escuchar las conversaciones ajenas.
Seguramente no faltará el fresco que en el futuro cercano saldrá del ascensor, diciendo: “Disculpen, no fuí yo, fue el teléfono.”